Publicado el 28 de mayo de 2015 | por manudeco
0Las Emociones Básicas
Datos del Proyecto
Descripción de la Experiencia
El proyecto tratará de profundizar en estudios e investigaciones previas de Inteligencia Emocional, Programación Neurolingüísitica y Coaching, así como de su introducción en las aulas.
En su obra, Inteligencia Emocional, Goleman afirma que se cuenta con dos mentes, una que piensa y otra mente que siente, y estas dos formas fundamentales de conocimiento interactúan para construir nuestra vida mental. Una de ellas es la mente racional, la modalidad de comprensión de la que se es consciente, más despierta, más pensativa, más capaz de ponderar y de reflexionar. El otro tipo de conocimiento, más impulsivo y más poderoso —aunque a veces ilógico—, es la mente emocional. En cierto modo, existen dos cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la inteligencia racional y la inteligencia emocional y el funcionamiento en la vida está determinado por ambos. Por ello, no es el coeficiente intelectual lo único que se debe tener en cuenta, pues el intelecto no puede funcionar adecuadamente sin el concurso de la inteligencia emocional. El autor recoge en un estudio llevado a cabo con alumnos de escuelas primarias que, a pesar de tener un coeficiente intelectual por encima de la media, mostraban un pobre rendimiento académico. Las pruebas neuropsicológicas determinaron claramente la presencia de un desequilibrio. Se trataba de niños impulsivos y ansiosos, a menudo desorganizados y problemáticos, que parecían tener un escaso control. Este tipo de niños presenta un elevado riesgo de problemas de fracaso escolar y otros, como de delincuencia, pero no tanto porque su potencial intelectual sea bajo, sino porque su control sobre su vida emocional se halla severamente restringido. Se trata de circuitos emocionales que son esculpidos por la experiencia a lo largo de toda la infancia y que no se deben dejar completamente en manos del azar. Así, Goleman avanza que la inteligencia emocional puede resultar tan decisiva —y en ocasiones incluso más— que el coeficiente intelectual.
En la última parte de la obra, muestra los resultados de la investigación llevada a cabo entre padres y profesores, y que demuestra el aumento de la tendencia en la presente generación infantil al aislamiento, la depresión, la ira, la falta de disciplina, el nerviosismo, la ansiedad, la impulsividad y la agresividad, un aumento, en suma, de los problemas emocionales. Existen escuelas innovadoras que incluyen en sus programas de estudios los principios fundamentales de la educación emocional. Se trata de características como la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y, por último —pero no por ello menos importante—, la capacidad de empatizar y confiar en los demás.
En la medida en que la vida familiar está dejando ya de ofrecer a un número cada vez mayor de niños un fundamento seguro para la vida, la escuela está convirtiéndose en la institución de la comunidad en la que pueden corregirse las carencias emocionales y sociales de los niños y adolescentes. La impartición de estas competencias, no es tanto el hecho de que haya una clase específicamente dedicada a la alfabetización emocional, como la forma en que se imparta esta enseñanza. De esta manera, no tanto la calidad del docente, sino la forma en que se lleve adelante la clase puede constituir, o no, una lección en competencia emocional.
En este sentido, la infancia y la adolescencia constituyen una auténtica oportunidad para asimilar los hábitos emocionales fundamentales que gobernarán el resto de la vida. Así, a aplicación óptima de los programas de alfabetización emocional debe comenzar en un período temprano, adaptarse a la edad del alumno, proseguir durante todos los años de escuela y aunar los esfuerzos conjuntos de la escuela, el hogar y la comunidad en general. Es por esto que la mayor parte de los programas de alfabetización emocional incluyen clases especiales para que los padres no sólo refuercen lo que sus hijos están aprendiendo en la escuela, sino también para ayudarles eficazmente si quieren contribuir al desarrollo emocional de sus hijos.
Por otro lado, existen estudios acerca de la influencia de las expectativas del profesorado en los resultados académicos del alumnado. Uno de ellos se conoce como el “efecto Pigmalión en el aula”, fue publicado en 1968 y dio lugar al efecto Rosenthal. Según éste, las personas que tienen expectativas positivas de sus hijos, alumnos o colaboradores (otras personas, en general), generan un clima socioemocional más cálido en ese grupo, entregan más información, dan mejor retroalimentación sobre los resultados alcanzados y ofrecen las mejores oportunidades a este grupo. De tal modo, según este estudio, los profesores dan más enseñanza a los alumnos de los que esperan más (los incitan a responder frecuentemente, les presentan problemas retadores y los ayudan a encontrar la respuesta correcta), incidiendo finalmente en los resultados académicos obtenidos. Éste fenómeno funciona en las dos direcciones pues, en posteriores experimentos, Rosenthal encontró que los profesores no respondían bien a los buenos resultados de los estudiantes que consideraban menos inteligentes. En sus propias palabras: “Un buen resultado inesperado tiene riesgos para el que lo alcanza”.
Por último, el uso de la Programación Neuro-lingüística (PNL), a partir de sus modelos conceptuales, sus métodos prácticos y sus técnicas, proporciona a los profesores una amplia comprensión de cómo piensan y actúan los niños/as y, por tanto, de cómo podemos ayudarles a cambiar y alcanzar sus objetivos con éxito. Hasta ahora el impacto que la PNL ha tenido en la educación se ha verificado en el ámbito de la aceleración del aprendizaje y no en el de la dirección de la conducta, sin embargo, ya se han iniciado nuevas investigaciones en esta línea, comprobándose que constituye un modo efectivo de mejorar la motivación y, con ello, la conducta.
Primera vez que nos aventuramos en esta fantástica andadura de Profundiza, con unas primeras sensaciones excelentes.
En un primer momento, los alumnos/ as elaboran una presentación en Impress para explicar a sus compañeros cuáles son las emociones básicas y el para qué de estudiarlas en la escuela. En un segundo momento, realizaremos un estudio elaborando el mecanismo interior de un cerebro y sus partes. Por último, elaboraremos un cómic digital siguiendo la línea de trabajos anteriores en nuestro centro que refrenden el resultado final.
Primera sesión:
Planteamiento de la hipótesis: ¿sabemos cómo actúa nuestro cerebro? ¿Sabemos qué respuestas da nuestro cerebro ante un estímulo? ¿Qué emociones provoca?
Los alumnos/as, a partir de un brainstorming, plantean diferentes cuestiones y el para qué de nuestra investigación. Acordamos empezar por el estudio de las emociones básicas o primarias, creando equipos de trabajo de 2 o 3 miembros.
Segunda, tercera y cuarta sesión:
Profundización a través de diferentes recursos de las emociones básicas: miedo, tristeza, alegría, aversión, ira, asco y sorpresa. Creación y exposición en Impress de cada presentación.
Quinta y sexta sesión:
Profundización en el estudio del cerebro, creando murales con sus partes y material plástico. Las sensaciones, asistencia, motivación y feedback del alumnado es extraordinario.
Imagen de Shutterstock.
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